El planeta,
supuestamente, ya no se entiende de manera local, esta interconectado.
Lo que pasa en otros países puede repercutir en la economía
o en la cultura local en cuestión de minutos, y por esto, ciertas
culturas son epicentros y otras periferias y por esto las replicas de
los primeros son sentidas en la periferia. Aunque de esto se habla en
todas partes y se trata de vender este ideal en todos los medios, este
fenómeno, como en algunos de los países “tercer mundistas”
no es absolutamente cierto.
Los sucesos de todos los días en nuestra geografía no dan
pausa para pensar detenidamente.
En un país donde las noticias no son mas que otras noticias - independientemente
– de si descubrieron un nuevo yacimiento de petróleo, si
la guerrilla o los paramilitares atacaron un pueblo y este fue devastado,
ó si el gobierno fue desfalcado de nuevo por culpa de funcionarios
públicos corruptos ó si otra de las “top” models
se hizo una nueva operación estética; para los medios y
la sociedad todo da igual, pues al fin y al cabo el sistema proporciona
una operación inconsciente colectiva de escape continuo: “sálvese
quien pueda y como pueda”.
En esta estampida, las relaciones espaciales y los límites de la
ciudad y del país nos confunden, estas se deshacen y se refuerzan
a si mismas, poniendo en entre dicho la veracidad del sistema, y la manera
de operar en el, tanto como arquitectos, y como habitantes.
El estado no prevé el desarrollo de las ciudades, la mayoría
de estas no tiene ninguna guía para el desarrollo del espacio público.
Por otra parte, los municipios no invierten dinero en obras de arquitectura
y esta no desempeña o significa un papel en la imagen que nuestra
cultura proyecta de si misma, no es una forma de auto representación
o de identidad. Las autoridades culturales de nuestra ciudad, como museos
o espacios para la cultura, son casi invisibles, monopolizados o en el
mejor de los casos sistemas anquilosados. Haciendo que finalmente solo
nos auto – refiramos.
Bajo este panorama la ciudad está muerta, entumida y como tal abierta
para recibir cualquier tipo de especulación, bien sea inmobiliaria,
cultural o espacial. Bajo estos factores, la ciudad es simplemente acumulación
de gente, carros, edificios. Las ciudades al fin y al cabo son el reflejo
de sus habitantes y de su estructura social, cultural y económica.
Pero bajo esta situación la ciudad puede recibir y acoger cualquier
fuerza, se entiende entonces, que el futuro de estos territorios urbanos
quedan en manos de quien lo desarrolle y lo reclame, es decir indeterminado.
Nuestras ciudades no pueden darse el lujo de auto-indeterminarse hasta
que las derribemos y/o las construyamos según el período
de “boom“ inmobiliario que nos toque vivir.
De que manera los arquitectos puede plantear otras formas de intervenir
la ciudad?
El arquitecto pensante, actuante y caminante sabe negociar sus modelos
operativos con las presiones económicas de los inversionistas y
el descontrol y los intereses e ignorancia política de los funcionarios
públicos de turno.
Es preciso llevar a cabo un plan de acción (1)
para analizar, entender e intervenir ciertos fenómenos de la ciudad
que impiden la implementación de nuevos dispositivos. Posiblemente,
comprendiendo donde y de que manera es factible la inserción de
otras variables, será mas fácil generar epicentros (2)
.
No solo el analizar el sistema fisico, produce opciones. Y es en los sistemas
de información y discusión donde es urgente construir áreas
para que exista crítica multipolar, responsable. Porque para el
medio de los arquitectos y sus profesiones afines el mundo todavía
no es una red. Algunos creen y trabajan para que sea un campo abierto
desde el cual disparar desde la trinchera, bajo el pretexto de la experiencia
y la ambición. Así, no hay intercambio de información,
no hay variables. De ahí la estaticidad del sistema, lo invariable
de nuestras situaciones.
“Una profesión, que en esencia, solo se queja, nunca
será capaz de realizar una aportación constructiva”
(3)
Bajo estos fenómenos no es posible seguir creyendo que la arquitectura
es: “El sabio y bello juego de los volúmenes bajo el sol”,
sino el de las situaciones y los sistemas: bajo la noche, el día,
la lluvia, la neblina, la temperatura, los materiales, los deseos, la
economía, el movimiento, etc. Y seria un error no creerlo así,
la ciudad por sus afectaciones, fenómenos, necesidades y organizaciones
esta cada vez más radicalizada en sus formas de desarrollo y en
su estructura.
Quizás la indefinición que la ciudad ofrece sea una posibilidad
de acción a escala metropolitana, como pocas ciudades del mundo
pueden ofrecer. Posiblemente las ciudades intermedias, como la nuestra,
periféricas al mundo epicentrico, planteen mayores libertades y
posibilidades. Un nuevo campo de acción. Nuevas áreas a
trabajar y a intervenir. Nuestra ciudad presenta pocas áreas absolutamente
consolidadas, la carencia de un centro histórico preservado y respetado,
el hecho de no poder ver las fronteras entre municipios, ofrecen espacios
de libertad de acción, que sobre un plan de DESARROLLO adecuado
pueden producir otras maneras de relacionarnos y de construir otra mirada
y posiblemente otra forma de ciudad.
“….Sin lugar a dudas asistimos a la bifurcación
de ambiciones del arquitecto y de la sociedad actual.”
(4) En nuestro medio es posible que no sea una bifurcación,
porque simplemente no han estado unidos. Mas bien asistimos a la apertura
de intersticios, espacios intermedios, negociadores entre los polos radicalizados.
En estos “entre – espacios” es apta la creación
de grupos de acción, que opinen, que actúen y planteen una
“sub - versión” de lo establecido y podrá esta
ser la manera de operar, de considerar que es importante y como llevarlo
a cabo.
Es entonces cuando surge el dilema operativo: ¿De que y como hacer
la arquitectura cuando se piensa global, pero se vive local? Una arquitectura
que sea capaz de moverse y cambiar según las exigencias que se
le hacen desde múltiples y diferentes frentes?
Los arquitectos pueden revalorar el ejercicio de la arquitectura y rescatar
su participación, para esto es preciso crear nuevos (5)
programas, nuevas situaciones (6) (nuevas maneras de
habitar, de entretenerse, de moverse, otras zonas a intervenir) que identifiquen
necesidades contemporáneas. Programas que exijan la participación
de los arquitectos como algo indispensable, que las necesidades surjan
de estos, ir un poco mas adelante. Esta es una fase que debe ser complementada
por el desarrollo de nuevas políticas legales de uso de la tierra,
la creación de fondos para el desarrollo del espacio publico por
parte de los estamentos administrativos, y la creación de entidades
mixtas (privado-publico) de inversión y difusión educativa.
Estas diversiones ideológicas personales, no pretenden ser un “deber”
o un “debería”, a manera de dogma o camino único
para encontrar algunas situaciones que permitan trabajar de otra manera,
una manera un poco mas acorde con las corrientes y fuerzas que nos alteran
y guían nuestra realidad operativa y socio-cultural. Por el contrario,
es la posibilidad de buscar nuevas miradas para la construcción
o lectura de nuevos paisajes de acción. Revalorar aspectos y lugares,
programas y memorias que de alguna manera siempre han estado disueltos
en el aire o ignorados y por diversas razones no se han decantado o pretendido
entender o mirar.
Es a través del aprovechamiento de estas situaciones aún
etéreas que se podría emprender una re-definición
de la ciudad y la manera de operar en ella. El truco, posiblemente sea
la capacidad que se tenga para ver la arquitectura como un sistema de
transferencia abierta, donde de manera específica se aviva, se
enfatiza, se intercambia o se cruzan una o más situaciones presentes,
posibles o deseadas y ser capaz de captarlas conjuntamente.
Es entonces a base de manipular los sistemas de transferencia (7),
que puede resultar esa “nueva” manera, los “nuevos”
programas, así lo inesperado toma inmediatamente una posición
que estimula y permite nuevas libertades de operación espacial,
haciendo de estas estrategias algo posible que constituyen inevitablemente
nuevas formas de orden.
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